miércoles, 7 de octubre de 2009

DOCUMENTO DE APARECIDA CON MI PARECIACIÓN

DOCUMENTO DE APARECIDA

En el documento conclusivo de “Aparecida”, de la V Conferencia General del episcopado latinoamericano y del Caribe, teniendo como tema: “Discípulos misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida”; pone en relieve primero que todo, las circunstancias que marcan la vida actual de nuestros pueblos, retomando en tal forma, los fuertes cambios que ha sufrido, así como los distintos fenómenos, entre los cuales el de la globalización, que con gran dominio en nuestra época afectan generalmente a los sectores más pobres, entre ellos los indígenas, los cuales además de ser explotados sufren una grave exclusión social, que pone en riesgo incluso su existencia física, cultural y espiritual. Así se enfoca también, realidades en estos pueblos como lo es la falta de vocaciones para la vida consagrada y religiosa; y el retiro de muchas personas de la religión católica que marchan hacia otros grupos religiosos ciertamente porque a causa del insuficiente número de sacerdotes, imposibilita a muchos de estos pueblos la celebración de la Eucaristía. Dejando claro que ésta es la que hace Iglesia.

Además, frente a tal situación, se plantea la necesidad de formar discípulos misioneros, capaces de ir hacia “La otra orilla”, aquella en la que Cristo no es aún reconocido como Dios y Señor de la Iglesia. Discípulos encaminados hacia la santidad, los cuales configurados y enraizados plenamente con Cristo han de vivir, primero que todo, su vocación no en un aislamiento del “Yo”, sino en una comunión con la Iglesia “Comunidad de amor”; para que así, enviados a estos pueblos cuya mayoría viven en el flagelo de la pobreza, puedan según el designio de Cristo, responder a las grandes necesidades de estos pueblos; teniendo en cuenta los desafíos que el mundo de hoy le presenta a la Iglesia de Jesús, entre ellos, la creciente cultura de muerte que afecta la vida en todas sus formas.

Sin embargo, es destacado también allí, el papel tan importante que desempeñan los laicos en la evangelización de los pueblos, el papel de comunidades religiosas, tanto de vida activa como de vida contemplativa, y la labor de muchos sacerdotes. Conjuntamente inculca la necesidad de establecer un diálogo ecuménico e interreligioso que lleve hacia el cumplimiento del deseo de Cristo: “Que todos sean uno, así como mi Padre y Yo somos uno”, e incentive a los pueblos en la construcción de una nueva humanidad e invita a que en el proceso formativo de los discípulos misioneros de Cristo, puedan éstos, contemplar en María la belleza del rostro de su Hijo y a experimentar la profundidad de su amor, y a permanecer en la escuela suya, para que inspirados en sus enseñanzas guardemos en nuestro corazón, las luces que Ella por mandato divino envía desde lo alto; asumiendo igualmente así, una formación integral y permanente, atenta a dimensiones diversas, tanto humano, comunitaria y espiritual, como intelectual, pastoral y misionera. Todo esto fundamentado en Cristo con identidad eclesial y cultural y con excelencia académica.

Frente al rechazo y la discriminación social, la V conferencia, ve a éstas personas excluidas, como aquellos en los cuales el ser humano puede encontrar al mismo Cristo que se halla desnudo y sufriente en ellos. Muestra la dignidad del hombre como algo abolido por la sociedad, la crítica situación de muchos niños que trabajan en la calle y de mujeres cada vez más explotadas, la manipulación de la vida con el aborto y tantas situaciones que atentan contra esta; planteando ante tal realidad, ir en defensa de la vida, contrarrestar la cultura de muerte con la cultura cristiana, en tal sentido que la Iglesia, al conocer los diversos valores culturales, la historia y las tradiciones de los afroamericanos pueda entrar en diálogo fraterno con ellos, para que al ser ésta cultura, conocida , evaluada y asumida por la Iglesia pueda ésta, haciendo uso de los medios de comunicación, llevar al hombre hacia Cristo.

APRECIACIÓN PERSONAL

Es importante rescatar que la calidad de éste documento ha radicado no solo en permitirme mirar el contexto de la situación actual de estos pueblos, sino que al igual que esto, me ha hecho reconocer que yo como discípulo de Cristo he de centrar mi mirada en aquellos cuya situación de pobreza, raza o condición social los ha llevado a recibir el rechazo completo de una sociedad cuya cultura cada vez más los separa y les arrebata la dignidad y la igualdad de condiciones que todo ser humano ha de tener; haciéndolos sentir en una especie de isla que aunque con millones de habitantes, experimentan la soledad a causa de una injusta discriminación.

Los argumentos y las posiciones que toma ésta conferencia, me han llevado a comprender a partir de su lectura, la realidad de la globalización que además de ser “un logro de la familia humana, al favorecer el acceso a nuevas tecnologías, mercados y finanzas”;[1] tristemente trae consigo más pobreza; pues tan solo basta mirar la austeridad de estos pueblos para darnos cuenta de los grandes anhelos que experimentan éstas personas para pasar de la miseria a la posesión de lo escasamente necesario para subsistir, y exigiendo como mínimo, respeto y reconocimiento dentro de la sociedad. Sin embargo, cabe decir que éstas han de ser personas que antes de fijar la vista hacia su pobreza, han de ver que la mayor calamidad es la de negarse a reconocer la presencia del misterio de Dios y de su amor en su vida misma, que es quien verdaderamente salva y libera.

Ante tal desesperanza de una cultura de muerte en la que los caminos trazados por el hombre llevan a dilapidar, incluso lo dado por Dios, como lo es la vida misma, se ve reflejada una clara realidad sin Dios, que lo único que logra es crear cultura contra el hombre y el bien común. En tal manera es una cierta pérdida de sentido que no siendo solo de los pueblos latinoamericanos y del Caribe, sino de toda la sociedad: cabe decir que verdaderamente “Es posible que el hombre pueda construir un mundo fuera de Dios, pero éste mundo que construya acabará por volverse contra él y sus vanos proyectos; porque Dios es la raíz y el fin supremo del hombre”.[2] Por consiguiente se puede recatar la necesidad de sembrar en medio de dicha cultura, otra cultura cristiana, que defienda los derechos esenciales que han sido robados al hombre, a fin de que aquella dignidad dada por Dios a todos los hombres, pueda ser vista y respetada en todos sin exclusión alguna. Por consiguiente me parece realmente importante que la evangelización de los pueblos, no se halle ajena a los grandes sufrimientos que viven la mayoría de nuestra gente, puesto que así, aunque muchos de éstos sean sufrimientos escondidos, nosotros como seminaristas al ser discípulos de Cristo caminamos hacia una santidad, la cual, no huyendo de las circunstancias, hace suyos los problemas del mundo; teniendo como meta, romper esa barrera que le impide al individuo establecer una relación con Dios, y más que eso, aquello que le imposibilita ser amigo suyo.

Es un objetivo frente al cual, es ineludible poseer cada vez más, la capacidad para leer ésta realidad que nos circunda; reconociendo que estamos llamados a conocer la cultura, para que así, no perdiendo de vista el momento actual, asumamos los retos presentes en nuestra evangelización, ya planteados en dicha conferencia.
En proporción a esto, al observar que no es cualquier cultura la que nos envuelve, me impacta el enfoque que le dan los participantes de ésta conferencia, al tema de la formación; al proponer, la necesidad de una mayor exigencia en la formación de aquellos quienes se han entregado al seguimiento de Cristo, mediante la vida consagrada. Además, me lleva a vislumbrar el porqué del requerimiento en cuanto a la parte intelectual del formando en los seminarios; puesto que además de que se ha optado por un seguimiento de Cristo en la Iglesia y por la Iglesia; es necesario contar con una capacidad intelectual que satisfaga las exigencias de un ministerio sacerdotal, en la época actual. Ser ministros de Fe y Esperanza que comuniquen éstas y las hagan fermento en el corazón humano, para que así, este deseo del hombre, que contemporáneamente solo quiere matar a Dios pueda ver reflejado en estas personas con su fiel testimonio, la realidad de un Jesús de rostro humano, que antes que querer acusar al hombre, creatura suya, lo único de desea es curarlo y darle vida para que la tenga en abundancia.

Esta fe podemos decir sacraliza el entorno, en la medida en que favorece el desarrollo de una cultura, fundada tanto en valores más humanos, como en valores cristianos; los cuales presentan a la persona humana como el centro de toda vida social y cultural, cuya dignidad sea la de ser creación de Dios hecha a imagen y semejanza suya. Por tanto, como un método de evangelización, es significativo por parte de nosotros los católicos, como siervos de Dios, asumir el compromiso de servir a toda necesidad humana; se trata de remangarnos la camisa y hacer algo por los demás; por todo aquello como la igualdad en las gentes y en los pueblos, que hoy a fuertes gritos solicita la humanidad.
En síntesis es elemental, destacar frente a lo hablado y desarrollado anteriormente, la necesidad de hacer tomar conciencia al individuo, con respecto a la condición en la que se ha reducido o puede reducirse, al estar alejado de Dios, para que así, un día no muy lejano éste pueda volver al corazón de Cristo, signo elocuente de la divina misericordia; y frente al discípulo que evangeliza ha de empezar por vivir una fuerte experiencia con Dios, teniendo como sustento, la Eucaristía y la Palabra de Dios; puesto que solo quien lo reconoce a Él, reconoce la realidad, y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano. Es ser capaz de mostrar que la esperanza por un mundo mejor, abre caminos hacia la tan mencionada por el Papa Benedicto XVI, “Civilización del Amor”; además, es también, ser capaces de manifestar que una nueva sociedad Latinoamericana y caribeña fundada en Cristo es posible.


JULIÁN ANDRÉS BOTERO GALLÓN- PROPEDÉUTICO.
[1] JUAN PABLO II. Exhortación apostólica, Caritas in Veritate.
[2] JUAN PABLO II. Exhortación apostólica, Reconciliatio et paenitentia.

1 comentario:

  1. Muy buen trabajo; me gustó mucho, sólo que hay que corregir algunos detalles de redacción.
    P. Luis Fdo

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