SIN EMBARGO EN EL CAMINO ESPIRITUAL QUE A CONTINUACIÓN VOY A DESCRIBIR, TE QUIERO CONTAR QUE EL BUEN DIOS ME ESCOGIÓ DESDE EL VIENTRE DE MI AMADA MADRE.
EN MI BAUTISMO JESÚS ME ACOGIÓ COMO HIJO SUYO EN SU IGLESIA

“Harás lo que Yahvé considera recto y bueno para que seas feliz”
Deuteronomio 6, 18.
Considero ésta dimensión la más importante de todas, pues las otras aunque son alimento para la realización personal, ese alimento se puede perder, pero el espíritu o el alma jamás desaparece.
Comprendo que desde pequeño, el Señor se ha manifestado tierno, compasivo, paciente y amoroso para con migo; lento en castigar; y al mirar esto, he comprendido que éste amor se manifiesta tanto en el alma más pequeña, “la mía”, así como en la más sublime. Pasaban los años de mi infancia, y con ellos empezaba a entablar relaciones con los sacerdotes de mi parroquia, a través de los grupos parroquiales que allí habían; entonces, luego en mi adolescencia, vislumbraba mi vocación y luego de un profundo discernimiento ingresé al seminario, y ahora descubro que mi espiritualidad es acompañada por el manto maternal de María y en medio de las turbaciones contemplo las bellezas de la grandeza de Dios. Por tanto, la vida de seminario, con todos sus sacrificios y sujeciones cumplidas desde la voluntad, me parecen un darse completo a Jesús , un replegarse sobre si mismo y olvidar el fin sublime del propio bienestar.
He vislumbrado que Jesús me ha dicho a mí, como lo narra el evangelista San Lucas (22, 29) " os preparo mi reino como mi Padre me lo preparó a mí”. Es decir, Jesús me reserva cruces y tribulaciones para que sea menos indigno de llegar a Él.
Mi Jesús a cada momento, clava su mirada hacia mí con amor, siento que parte de mis proyectos se hacen realidad, pero que tengo que trabajar para lograr aún los que me quedan por alcanzar. Así, en ésta dimensión espiritual, lo que la hace crecer y madurar en mi vida es la oración, ese encuentro con el rey, en el cual a cada instante puedo obtener cuanto pida o cuanto Jesús crea conveniente concederme.
Ahora bien, en esta dimensión, y en la formación que recibo para con ésta, es mi grande fortaleza la oración, esa sed por el amado, en el cual me regocijo y encuentro la paz en mi interior. Fortalezas como el temor a Dios, el amor hacia la madre del cielo, mi cumplimiento en la dirección espiritual; soy amante tanto a la Palabra de Dios, como a la lectura espiritual. Es mi fortaleza, también el amor hacia la Eucaristía; considerando además, a todos y cada uno de los santos como intercesores ante Dios, que me ayudan en mi propia formación espiritual y me ayudan a tomar conciencia de mi propia vida y de mi propia realidad.
Mi vida espiritual también como cuenta con grandes fortalezas, cuenta con debilidades que como lo es en ocasiones, la poca puesta en práctica de las enseñanzas dadas por Jesús en la oración, aplicadas en mi propia cotidianidad. Sin embargo, el análisis de mi realidad espiritual, me ha llevado a adquirir para mi vida, los siguientes proyectos o compromisos:
Partiendo desde una íntima vivencia de Cristo en la oración, empezaré a tenerlo con más alegría como referencia en el plano de mi mentalidad y de toda mi vida; así, esto me llevará a ver la historia como Cristo la ve, a juzgar la vida como Él lo hace a elegir y amar como Él, a cultivar mi experiencia de vida como Él me lo indique y a vivir en Él la comunión con el Padre y el espíritu Santo. Espero seguir siendo muy fiel al rezo de la liturgia de las Horas, así como a la misma dirección espiritual que en gran medida me ayuda a reconstruir mi estado de ánimo frente a la oración y frente a mi propia existencia.
Desde hoy trataré de dejar el cuidado de mis cosas en las manos de Jesús, el alfarero de mi vida; sin importar cuales sean, pues así, se resolverá todo con tranquilidad según sus designios. En la medida de lo posible, no volveré a dirigir una oración agitada como en tónica exigente para con Dios, antes bien, cerraré los ojos del alma poniendo toda mi confianza en Él; evitaré los pensamientos angustiosos y las preocupaciones sobre lo que me pueda pasar, pues no quiero estropear los planes de Dios imponiéndole mis deseos; dejaré que Dios sea Dios y que pueda Él, actuar con libertad; me propondré a dejar en las manos de Jesús todo mi futuro; no quiero ser como el paciente que le pide al médico que lo cure imponiéndole la manera de hacerlo.
A corto plazo, seguiré confiando plenamente en Dios que me llamó manteniendo un ritmo de oración continuado para alcanzarlo. Me preocuparé más por dar que por recibir, manteniendo mi actitud de agradecimiento con Dios, mi creador. Así mis metas a corto plazo irán orientando mi caminar.
A pesar de mi pequeñez, quisiera iluminar a las almas y sembrar en ellas, el deseo de amar a Jesús. En fin, quiero ser misionero aun desde ahora, capaz de plantar en el hombre, aun en el indiferente, la llama del amor misericordioso de Cristo que lo llama, lo ama, y en ese amor, le muestra la verdadera felicidad.
SOLO ME QUEDA DECIR QUE SOY FELÍZ POR QUE EXISTO Y PORQUE CRISTO HA SIDO EL FUNDAMENTO DE TODA MI EXISTENCIA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
TUS OPINIONES SON VÁLIDAS Y MUY VALIOSAS. !HAZLO!